
Saludos
Hola, alma hermosa,
Bienvenidos a mi rincón del universo digital, donde conviven en armonía reflexiones, conversaciones sinceras y alguna que otra lección de vida envuelta en una metáfora de pesca. Si vinieron buscando la perfección, espero que hayan traído algo para picar, porque lo que encontrarán es verdad, transformación y un toque de alma, aderezado con la sabiduría sureña y el toque espiritual de la cocina de mi abuela.
Por favor, toma una silla, quítate los zapatos (virtualmente) y caminemos este viaje juntos, un momento emotivo a la vez.
Mi historia
Nací en 1978, criado por una mujer aguerrida y cariñosa llamada Marva, y formado por la sabiduría de mi abuela, Celestine. Era el menor de mis nietos, el tranquilo, el observador. Mientras otros perseguían pelotas de baloncesto, yo perseguía cangrejos en la orilla y lecciones de vida junto a mis abuelos.
Mi abuela no solo me crio; me afianzó. Desde viajes de pesca hasta tararear canciones de la iglesia por toda la casa, moldeó la esencia de quien me convertí. Fui su asistente, su sombra, su pequeña esponja que absorbía cada gota de sabiduría, amor y gracia que ella derramaba.
Mi madre, Marva, era una figura imponente en tacones, una reina del sector inmobiliario, gestora de negocios y de corazones, y una mujer de profunda espiritualidad. No tenía muchos amigos, pero su presencia llenaba cada habitación. Al igual que ella, yo encontraba consuelo en la soledad, poder en las palabras y propósito en animar a los demás.
No siempre me escuchaban entre la multitud, pero siempre escuchaba el viento, el agua, los susurros del universo. Esa escucha se convirtió en escritura, y escribir en sanación. No solo para mí, sino para quienes leen mis palabras y se sienten identificados.
La vida no me ignoró cuando me trajo tormentas. He pasado por el fuego, por la pérdida, por profundas batallas internas. Pero las mismas manos que me enseñaron a lanzar el sedal también me enseñaron a dejar atrás mis preocupaciones y a confiar en la corriente del Creador.
Hoy, no escribo desde la perfección, sino desde la experiencia. He sido la rota, la invisible, la que se pregunta por qué. Y también he sido la que siguió adelante, la que aguantó, la que eligió la alegría a pesar de todo.
Esta es mi historia. Una historia que aún se escribe con cada amanecer, cada acto de bondad y cada aliento de gratitud.
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